El Acueducto de les Ferreres, en ocasiones denominado el Puente del Diablo, es uno de los vestigios más importantes de la presencia romana en la Península Ibérica.  Construido en el siglo I a.c. por los romanos,  suministraba agua desde el río Francolí hacia la ciudad de Tarraco, actual Tarragona, capital de la provincia romana Hispania Citerior Tarraconensis que abarcaba, en su época de máximo esplendor, dos terceras partes de la península ibérica.

Situado sólo a 4 kilómetros de la ciudad catalana, el acueducto mide 217 metros de largo y 27 metros de altura. Tiene dos niveles con arcos superpuestos, y está construido a base de sillares de piedra unidos en seco. A pesar de su antigüedad ha sido utilizado para transportar agua hasta entrado el siglo XVIII, y después de la rigurosa restauración que se está llevando a cabo sobre sus cimientos, podrá abrirse al público para ser cruzado este mismo verano.

Su diabólico nombre se debe a una leyenda popular que circuló por la zona durante muchos años, según la cual una pareja de campesinos que vivían en el lugar se veían obligados a cruzar un río para poder volver todos los días a su casa, hasta que un día una tormenta acabó con el puente de madera que les servía de paso. Ante su desesperación, el Diablo les propuso que el construiría en una sola noche un puente de piedra que duraría toda la eternidad, a cambio del alma del primero que lo cruzara. Aceptado el trato, el Diablo llevó a cabo su parte y mientras esperaba del otro lado  su recompensa, los campesinos espolearon a un burro para que cruzara primero, cumpliéndose así la apuesta, y el Diablo, engañado, tuvo que conformarse con el alma del animal.